2. A fines del siglo XVI, la insuficiencia del colegio establecido por los franciscanos en su convento grande, y habiéndose difundido por toda la cristiandad la reputación de los jesuitas, como maestros de la juventud, se tuvo el pensamiento de hacer venir a algunos de ellos a la provincia, para lo cual el Ayuntamiento de Mérida tomó la iniciativa. El 12 de octubre de 1604 dirigió una carta al provincial de la Compañía, que residía en México, pidiéndole que mandara los religiosos que creyera necesarios para establecer un colegio, presentándose por tal motivo, al año siguiente a la ciudad, los padres Pedro Díaz y Pedro Calderón.
El Ayuntamiento acordó solicitar del Rey la licencia necesaria para señalarles dos mil pesos de oro anuales, que debían sacarse de las primeras encomiendas de indios que vacasen, pero seguramente ese acuerdo no satisfizo del todo a los recién llegados, porque ni su nombre vuelve a aparecer en nuestras crónicas, lo cual indica que regresaron a México, ni se fundó por entonces el establecimiento proyectado.
Algunos años después falleció en Mérida el capitán don Martín de Palomar, dejando en su testamento un legado de $20,000.00 y, la manzana 11, para que en ella se construyera el Colegio de Jesuitas, deseado con tanto anhelo por la Colonia. Con los donativos de los vecinos y con este legado, a mediados del siglo XVI, se construyó el colegio, y como el señor Palomar había dispuesto que si sobraba algo de la renta que dejaba; se fabricase una vivienda para 'los jesuitas, así se hizo, construyéndose más adelante el convento de la Compañía y la iglesia que, aunque chica, por su arquitectura y sólida construcción fue considerada como el segundo templo de la ciudad.
Su nombre original fue el Colegio de
Mérida de la Compañía de Jesús, o Colegio de la Compañía de Jesús en Mérida.
En 1618 se inauguró el colegio, al cual se le dio el nombre de San Francisco Javier, bajo la dirección de los padres Tomás Domínguez, nombrado rector, Francisco Contreras, predicador, y Melchor Maldonado, maestro.
Dio posesión del edificio el Obispo Fr. Gonzalo de Salazar, que contribuyó junto con el gobernador Francisco Ramírez Briseño, a su fundación.
Constaba el colegio de galerías, salones de clases, dormitorios, jardines, patios, aula general muy espléndida y demás dependencias, y al día siguiente de ser inaugurado, abrió sus puertas a la juventud dé la Colonia, iniciándose las clases.
Según las instrucciones de Palomar, con las rentas del dinero que legó, debían pagarse sacerdotes que enseñaran Gramática latina y Teología moral y según las noticias dejadas por Cogolludo, podría deducirse que la enseñanza se limitó a dichas asignaturas, pero es de creerse que, con el tiempo, se le dio mayor amplitud, no solamente en el ramo de la instrucción secundaria o superior, sino en otro de mayor utilidad. Los jesuitas llegaron con el tiempo a establecer escuelas de primeras letras en Mérida y aun tuvieron capitales destinados exclusivamente este objeto.
En el año de 1924, el Colegio de San Francisco Javier fue elevado a la categoría de Universidad.
En 1767 por real cédula se ordena la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles, El 6 de enero de ese mismo año se notificó a los padres jesuitas que debían salir para Campeche, en donde debían de ser embarcados rumbo a Italia. El 12 de junio, son expulsados sin permitirles llevar consigo más que sus breviarios y la ropa esencialmente precisa. Desocupado el colegio y la iglesia por los jesuitas, ésta fue convertida en parroquia de pardos y morenos, permaneciendo como tal hasta la independencia.
Muchos años después fue demolida la mayor parte del edificio del convento y colegio y dividida la manzana por la nueva calle 57-A, construyeron en una de sus partes el primer teatro de Mérida, llamado primeramente Teatro de San Carlos y posteriormente, "Teatro Peón Contreras". En la otra parte quedó la iglesia con los restos del edificio destruido, en los que se instalaron el Congreso del Estado y la biblioteca Cepeda Peraza, y por último, durante el gobierno del general Alvarado, fue demolida la casa cural y formado en ese lugar el parque Morelos en el que se encuentra el monumento erigido a la Maternidad.
La Sala Magna, originalmente la sala de generales solo contaba con un acceso lateral en su costado poniente así como comunicaciones en su costado sur hacia la sacristía del Templo del Jesús y un "balcón interior" con acceso desde el corredor de la planta alta desde la cual se podía vigilarse el trabajo de los estudiantes o bien dictar cátedra.
Con la apertura del Callejón del Congreso se adaptaron los espacios por lo que a la sala de generales se le implementó su acceso principal norte ya que la fachada de la academia no existía hasta antes de su demolición del resto del conjunto. Es en esta época cuando posiblemente se agrega el contrafuerte de la parte oriente para reforzarla. El corredor adyacente se cerró y se adecuó para otras funciones colocándose una puerta hacia el callejón.
3.
Al norte, en la calle 57-A o "Andador del Congreso", a un costado del acceso a la actual sala magna del congreso se encuentra un par de placas de distintos materiales y manufactura, la primera de ellas con la siguiente inscripción:
"RECUERDO MALAGUEÑO AL MEMO-
RABLE 15 DE 7~BRL DE 821 P~R LA PROCLAMA-
CION DE LA INDEPENDENCIA … DULCE
MEMORIA AL 29 DE MAYO DE 823 POR EL
GRITO DE LA REPU~CA. GRATA SATISCAT-
CION AL 20 DE AG~TO P~R LA INSTALAC~N DL
A.C. C. Y LOORET~NO AL INVENTR DESTA :::
CALLE DEL CONGRESO"
Una segunda placa dice:
"RESPUESTA EL 20 DE AGOSTO
DE 1923. EN EL CALLEJON DEL
CONGRESO POR ACUERDO DE
LA LEGISLATURA SOCIALISTA
DEL ESTADO DE YUCATÁN"
A un costado del acceso a la biblioteca "Cepeda Peraza" se observa una tercera placa con el texto:
"LOS EDIFICIOS CONTIGUOS PERTENECIERON AL COLEGIO Y A LA ANTIGUA UNIVERSIDAD DE SAN FCO. XAVIER DE LOS JESUITAS AÑOS 1618-1717 A.M.D.G."