2. Inmueble enlistado en el decreto de Zona de Monumentos Históricos de la Ciudad de San Luis Potosí; ubicado en el perímetro "A". Declaratoria del 19 de Diciembre de 1990.
2. El edificio actual de la Real Caja es una reedificación de otro hecho quizá poco después de 1653. Aunque varios autores han supuesto que ésta institución contó con edificio propio desde 1629, podemos afirmar que en 1653 aún tenía sus oficinas en las Casas Reales como lo demuestra el traslado de los punzones para marcar la plata que fueron llevados de la casa del Tesorero Castro y Mampaso a las Casas Reales en donde estaba la sala de fundición. (1) También existe el testimonio del mismo Castro y Mampaso quien pidió licencia a Felipe IV para dotar a la caja real de un edificio con la seguridad adecuada. Dice que ésta se encontraba en un aposento de las casas que habitaba el alcalde mayor, (las Casas Reales), "con poca decencia y fortaleza, porque las paredes son muy débiles, y sólo de adobe de tierra, con una ventana de madera y verjas de lo mismo por lo cual ...no tiene la seguridad y custodia necesaria...". Solicitó permiso para comprar o labrar una casa a propósito donde se pusiera la real caja y que el tesorero la guardase como estaba estipulado en las ordenanzas y como se acostumbraba hacer en esas provincias españolas. (2) No se han encontrado documentos que permitan saber si se otorgó el permiso, sin embargo en 1663 se habla de una visita a la Real Caja hecha por don Carlos Romero, relator de la Real Audiencia de la Nueva España, (3) y hay una descripción del paseo que se hizo el 25 de julio de 1666, con motivo de la jura de Carlos II, en la que se menciona que la comitiva pasó frente a la real caja y ensaye. (4)
Del edificio probablemente construido en tiempo de Castro y Mampaso, solamente quedan vestigios arqueológicos que fueron descubiertos en la restauración hecha en 1998. Se pudo ver en la parte exterior del edificio -tras los sillares actuales que recorren la parte baja de los muros-, otros sillares más antiguos que fueron recubiertos por los actuales. Quedaron sin datar otros elementos que se encontraron en los salones grandes de la planta baja: unas planchas de casi todo el ancho de la pieza, hechas de mampostería con crisoles en la parte central, y restos de una chimenea en la sala norte, lo que indica que ahí hubo sala de fundición. En la sala sur, la ventana baja estaba alineada a una de esas planchas, lo que hace suponer que por ahí se descargaban los lingotes de plata.
En 1761 Felipe Cleere, ocupó el puesto de tesorero de la Real Caja y en 1763 inició la reconstrucción del edificio. En un documento de la época se la califica de "magnífica, hermosa pieza, tan fuerte que puede servir de castillo, tan grande que en ella se pudo alojar el visitador Gálvez con su familia sin que necesitara el tesorero real buscar otra vivienda". (5)
En el dintel de la puerta de entrada al edificio se encuentra una cartela esculpida en tres sillares de piedra. El extremo derecho se ha borrado por lo que para leerla es necesario imaginar lo que estaría escrito. Dice: Reyn (ando) en las Españas la catol (ica ) mag (estad) de nro (nuestro) Rey y ...Sr. (Señor) don Carlos D.G. (Dei Gratias, por la Gracia de Dios) y Governo (gobernando) esta nuea (nueva) Espa (España) el Es (Excelentísimo) S.R. Marq. (marqués) de Cruillas reedificó esta RL (real) Caxa siendo juez ...ces para interpretar de ella (?) los SS. (señores) D. Phelipe Cleere T... (tesorero) Prop. (propietario) Y D. Fran (Francisco) de Sales Carrillo contador N. (nominado). (6)
La obra tuvo un costo de 13 586 pesos, 4 reales y 10 granos, los cuales se erogaron de los fondos de la Real Hacienda. (7)
Podemos afirmar que Felipe Cleere fue quien le dio forma arquitectónica al edificio por la disposición de la fachada, cuyos elementos en los extremos laterales son similares a los del Santuario de Guadalupe, también hay semejanzas con la Casa de las Recogidas, ambos delineados por él.
En la obra de Cleere se encuentra la influencia de Joan Caramuel quien en su tratado de Arquitectura Civil Recta y Oblicua, publicado en 1678, manifestó que los arquitectos debían darse la libertad de componer a su propio estilo y labrar las piedras emulando a los antiguos que se habían permitido diseñar lo que su creatividad les dictara "sin sujetarse a las leyes ni preceptos de otros". Caramuel destacó la importancia de considerar lo visual como un valor importante en el diseño, lo que lo llevó a deformar ciertos elementos como las balaustradas y los capiteles de tal modo que el espectador por medio del efecto óptico las viera armónicas y equilibradas. En los capiteles de las columnas de la escalera de la Real Caja se aprecia esta deformación aunque por lo estrecho del espacio no se alcanza a hacer del todo la reconstrucción óptica.
El último tercio del siglo XVIII se caracterizó por el interés en retomar elementos de estilos arquitectónicos del pasado, con un propósito sintetizador y científico, que tuvo por resultado obras eclécticas que conjugaron artísticamente formas de épocas tan diversas como la alta Edad Media, lo gótico, lo renacentista, lo barroco español y en este caso, incluso, lo barroco austríaco. En la Nueva España en algunas de las obras se descartó la pilastra estípite y se volvió a utilizar la columna.
Son de inspiración medieval los altos paramentos del edificio con escasas y elevadas ventanas. El concepto del edificio como una caja con la arista superior claramente acentuada por una abultada cornisa y las laterales por cadenas, evocan el renacimiento italiano y francés; la elevación del remate y el movimiento de la cornisa son elementos barrocos, las ménsulas mixtilíneas bajo las ventanas y el balcón del centro, así como las que aparecen rítmicamente bajo la cornisa recuerdan el gótico español. El tratamiento de las bóvedas laterales sobre la escalera nos remite a las formas del barroco austríaco.
La portada, dispuesta por Cleere en diagonal, es similar a la que utilizó Arrieta en 1733, en el Palacio de la Inquisición de México. (8) Concebida dentro del estilo barroco tardío, muestra la recuperación de los órdenes clásicos, y la composición tendiente a la sobriedad. Los marcos de la puerta y la ventana son rectilíneos y presentan: el primero, un manejo del tipo entablerado o de fanales y el segundo elementos florales.
Altas bases con rombos, sostienen las pilastras que flanquean la entrada, siendo estriadas y corintias las del primer cuerpo, y cilíndricas con una cinta enrollada, las del segundo. Esta cinta introduce en la composición las líneas diagonales paralelas, elemento que se desarrollará en los baquetones laterales. Los capiteles compuestos de las columnas sostienen sendos trozos de entablamento que a su vez reciben las volutas de la cornisa.
El entablamento entre el primero y el segundo cuerpo se abomba al centro para albergar la vigorosa ménsula mixtilínea que sostiene el balcón. El remate está bordeado por una abultada cornisa que se alza por encima del nicho que alberga la estatua de la Purísima.
Enmarcan la composición central unos haces de baquetones de origen gótico, que se elevan hasta la cornisa del edificio, cada uno está formado por tres elementos siendo más grueso el más cercano a la puerta y mucho más delgado el más lejano; este último está formado por un atado de angostas cañas ceñidas por rítmicos elementos horizontales. Los otros dos están recubiertos por elementos que pueden ser hojas o plumas dispuestos diagonalmente a la pilastra, sin embargo la diagonal de ambos no lleva la misma dirección, siendo más horizontal la central, con lo que se forma un juego de sombras que expresa un interés óptico.
La mano de Cleere está presente en estos elementos verticales: es el mismo concepto que utilizará en la fachada del Santuario de Guadalupe y que pudiendo tener un origen gótico, como se mencionó, es utilizado dentro de otra sintaxis pues es rematado por una gruesa y abultada cornisa que recorre la parte superior de los muros. Esta cornisa, está adornada con pequeñas ménsulas, solución similar a la que utilizó Cleere en el friso que recorre el interior de lo que fue la capilla de Las Recogidas.
El interés compositivo no se restringe a la portada sino que se extiende por todo el edificio, están resueltos todos los detalles así como el entrejuego de los diversos elementos. Logra un contraste entre las lineas rectas verticales y horizontales, con las curvadas de las ménsulas y del remate, y estas con las diagonales que adornan las pilastras del segundo cuerpo y los baquetones.
Los paramentos verticales del exterior del edificio también están manejados con habilidad estética, pues siendo cuatro sus tramos de cada lado, en el del lado sur hay dos balcones sostenidos por ménsulas, después un tramo liso utilizado tan solo para la baja ventana que casi se pierde a la vista y que daba acceso a la sala de fundición, y un balcón más en el último tramo. En el muro del lado norte hay también tres balcones, colocados uno en cada uno de los primeros tres tramos, y después el último tramo lleva tan solo una ventana a la misma altura que las otras, pero sin balcón ni cornisa, y con un tratamiento similar a la ventana baja del lado sur. Este tratamiento da ritmo y variedad a esas fachadas. Doce pináculos helicoidales, por influencia del convento franciscano, como ya observó Angulo, rematan la fachada, cuatro al centro y otros cuatro sobre cada uno de los muros laterales. Una cruz a dobles brazos, llamada de Caravaca o de Lorena, remata el centro de la fachada. Se ha dicho que esta cruz era una manera como Felipe Cleere firmaba sus obras. Ciertamente hay una en el Santuario de Guadalupe. (9)
La portada colocada en diagonal, da lugar a un vestíbulo en hexágono, que a su vez comunica con el patio cuya planta se transforma, de un cuadrado a un octágono, gracias a los arcos de los ángulos que se lanzan de un lateral al otro, marc