2. En 1724 y 1726 se giraban órdenes reales y virreinales a los prelados de los conventos de Santiago de Querétaro para que informasen sobre la conveniencia de establecer un convento de agustinos de la provincia de San Nicolás de Tolentino de Michoacán. Dos años después, el 8 de febrero de 1728, se expidió la real cédula que concedió la licencia de su fundación.
La compra y la adaptación de la residencia del capitán Juan Fernández de los Ríos, en el mismo año en que se expidió la licencia real, marcó el inició de las labores conventuales. El 28 de noviembre se dedicó la capilla-oratorio y se abrió al público. Ésta se ubicaba junto al templo actual, cuyo muro delimita el lado norte del atrio. Aún se ve la portada, hoy tapiada, a manera de arco triunfal, coronada con un piñón simulado que remata con una cruz de doble travesaño. En la clave del arco de medio punto, rodeado de un marco lobular, sobresale la figura del niño Dios Pasionario con un pie sobre una esfera. En cada una de las enjutas ornadas con motivos fitomorfos de tipo clasicista, un amorcillo nimbado parece adorar al niño.
La primera piedra del edificio formal se colocó el 4 de mayo de 1731. El convento se estrenó el 2 de octubre de 1743 y a su fábrica material contribuyó Julían Díaz de la Peña. La portería estaba por donde ahora se ingresa al Museo de Arte, en la actual fachada de aspecto decimonónico, remodelación que se hizo de este edificio para que albergase al Palacio Federal.
A continuación de una "anteportería", en un nivel más elevado, se presenta el excepcional claustro barroco de dos plantas, el más espectacular de cuantos hubo en la Nueva España. Una danza de cuatro arcos de medio punto por lado recorren el perímetro del nivel inferior como del superior. Vigorosas y voladas cornisas delimitan los ejes horizontales, mientras que los verticales están marcados por los pilares. Cada uno de éstos, en ambas galerías tienen adosados al frente un hermes. Los de abajo se apoyan con un solo pie sobre una pequeña repisa. El torso se expresa como un voluminoso roleo y un elegante penacho a manera de capitel corintio que corona a cada uno. Hay hermes femeninos engalanados con tocados, alternando con hermes masculinos de rostros jóvenes o de ancianos. Todos muestran gran expresividad.
En las claves de los arcos, unas veneras con los atributos de San Agustín: "pluma y tintero", "báculo", "libro cerrado", "libro abierto", "corazón atravesado por dos flechas", "birrete de doctor", "mitra" y "sombrero cardenalicio", y otras con figuras del santoral de la orden: Santo Tomás de Villanueva, Santa Verónica de Binasco, San Gelasio, Santa Rita de Casia, San Agustín, Santa Mónica, San Nicolás de Tolentino y Santa Clara de Montefalco. En las enjutas se representan entre motivos vegetales las águilas agustinianas con la cabeza inclinada y las alas extendidas. Los hermes cariátides del claustro alto tienen a la vez función de gárgolas. Sus cuerpos están compuestos de elementos geométricos, orgánico-vegetal y de torso humano desnudo, con los brazos en alto y de rostro joven apacible, coronados con capiteles corintios. Todas las figuras semi-humanas son similares, sin embargo los dedos de sus manos exhiben dos posiciones distintas y alternadas, a manera de signos místicos. Los brazos de los hermes están unidos por una frondosa guirnalda que recorre el perímetro del claustro y la que se enreda en cada uno de los brazos. Curiosamente, en los lados norte y sur del claustro, se advierten, entre el follaje pétreo, flanqueando la cabeza de los hermes, formas de pegasos, leoncillos, elefantes y otros entes zoomorfos. Las claves de los arcos lucen, ricamente esculpidas, santos y santas de la orden. Los ejes verticales del claustro rematan con gallardos pináculos.
En el centro del patio una fuente de perímetro mixtilíneo con gran movimiento, está realizada en cantería con bastante ingenio y destreza. En el exterior del brocal hay dos figuras masculinas, soldados a la usanza romana, una de ellas lleva en el peto la siguiente inscripción:
ESTA PILA HIZO Y COSTEO NUESTRO PATRON EL CAPITAN REFORMADO DON JULIAN DIAZ DE LA PEÑA. AÑO DE 1748.
Oculta en la rica iconografía del claustro se advierte una idea concebida con profundo sentido humanista y espiritual que unifica el todo conventual. Fray Luis Martínez Lucio, primer prior, fue el autor intelectual del programa iconológico e iconográfico, y los ejecutores de la obra el arquitecto Juan Manuel Villagómez y los miembros de su taller: canteros, escultores y tallistas indios, mestizos y españoles.
Desde 1856 hasta 1858 parte del convento estuvo invadido por diferentes tropas. El 11 de enero de 1860 se llevó a cabo la exclaustración de los frailes. Nuevamente tropas republicanas ocuparon el convento el 16 de marzo de 1867 para desocuparlo hasta 1882.
Por decreto del presidente de la República, dos años después, el edificio fue destinado para albergar en él al Palacio Federal. Se inauguró como tal el 15 de mayo de 1887. El inmueble también alojó las oficinas de Hacienda y del Correo Nacional. Bajo la dirección del arquitecto Manuel González Rul se efectuaron nuevas obras de remozamiento en 1922.
El 16 de marzo de 1935 se declaró monumento histórico. Desde 1988, luego de ser restaurado y adecuado el edificio, se convirtió en el Museo de Arte de Querétaro. En éste se celebran periódicamente conciertos y conferencias culturales.
EL TEMPLO
La primera piedra se colocó el 2 de febrero de 1731 y su dedicación a Nuestra Señora de los Dolores tuvo lugar catorce años después. Sus constructores fueron los mismos que los del convento, tanto en la parte del diseño como en la práctica. Se distingue por el lujoso recubrimiento en cantería de sus fachadas y por la calidad y el rico repertorio de novedosos elementos ornamentales.
La portada principal presenta una tradicional y bien proporcionada estructura reticular de tres cuerpos y tres calles. A una discreta "tras-portada" en el paramento, de trazos lineales, en la que se embeben los nichos, se adosó una portada compuesta de elementos voluminosos casi exentos y una copiosa ornamentación en relieve, que le imparte al conjunto gran plasticidad e interesante juego de luces y sombras. El estatismo de la composición adquiere movimiento con la dirección de los entorchados en las originales columnas ochavadas de capiteles corintios, éstas dirigen el recorrido visual del espectador a las figuras importantes, alojadas en los nichos de los intercolumnios. En ésta armonizan los elementos geométricos y los orgánicos, los refinados y los de acento popular.
En el primer nivel los pedestales de las columnas ochavadas muestran los atributos de san Agustín, el cayado y la mitra, el corazón y el birrete. Al centro se abre el alto vano poligonal que da acceso al templo, rematado por un medallón que representa al obispo de Hipona como pastor y guía de su orden. En los nichos, a la derecha se yergue la escultura de San Agustín y a la izquierda la de San Francisco de Asís, como fundadores de órdenes.
En el segundo cuerpo, están: Santa Rita de Casia y Santa Clara de Montefalco, ambas prototipo de la santidad femenina agustiniana. Al centro se abre la ventana del coro con jambas y dintel almohadillado y en la clave para acentuar los símbolos agustinos nuevamente la mitra y el báculo.
En el tercer registro destaca el monumental crucifijo, enmarcado por una rica ornamentación de vides. Está flanqueado por San José, patrono de la iglesia de la Nueva España y por la Virgen de los Dolores, advocación de esta iglesia.
La portada lateral recuerda un arco triunfal rematado con un nicho flanqueado por columnas y coronado por roleos encontrados, los que rematan con una plataforma, la que soporta la escultura de hinojos y orante de santa Mónica, madre de san Agustín. El nicho alberga la efigie de san Nicolás Tolentino penitente, patrono de la provincia de Michoacán. En la clave del arco de la entrada destaca un medallón en relieve que representa a la Dolorosa, traspasada por las siete espadas, símbolo de los siete dolores que padeció.
La cúpula, asentada sobre un tambor ochavado, está decorada con dinámico diseño romboidal. En cada uno de sus vértices se yergue la escultura de un ángel músico, los que aparentan cantar y tocar diferentes instrumentos. Por razones desconocidas la torre nunca se terminó. No obstante destaca en ésta una rica ornamentación. En cada una de las esquinas del campanario se ven águilas de testas inclinadas y con las alas extendidas.
El interior del templo es de planta de cruz latina, destacan en el transepto los cuatro haces de pilastras y pilastrillas que provocan un juego espléndido de luz y sombra, éstos soportan los arcos formeros y torales de ornamentación muy variada en claves y arquivolta. La disposición de los arcos y el desplante del tambor dejan cuatro espacios triangulares, denominados pechinas, que los arquitectos o decoradores aprovechan para colocar en ellos a los cuatro evangelistas o a los doctores de la Iglesia, en este caso particular se albergan cuatro Apóstoles: San Pedro, San Pablo, San Andrés y Santiago, y los demás, uno en cada nicho del tambor octogonal, flanqueados por columnillas, cuyo primer tercio presenta estrías en zig-zag y el resto del fuste se convierte a la manera salomónica. En los frisos hojarasca, angelillos, rostros mitológicos y pelícanos.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la iglesia lucía retablos dorados realizados por Pedro de Rojas y sus hijos. El retablo mayor fue sustituido en 1844 por uno neoclásico de cantería, según proyecto de Francisco Eduardo Tresguerras. Después de la exclaustración en 1860, el templo pasó al cuidado del clero secular. En 1880 fue recuperado por los agustinos. Durante el priorato de fray Miguel Zavala, (1894—1904) se renovó su aspecto al gusto decimonónico y se construyeron los cinco altares que aún existen: el de la Virgen de Guadalupe tiene un lienzo firmado por Tomás Xavier de Peralta en 1776. La decoración d