2.- “El Monasterio de Santa Catalina de Sena y su iglesia, instituidos en la ciudad desde fines del siglo XVI se hallaban sumamente arruinados al comenzar la tercera década del siglo XVIII. Para remediar esta situación el Obispo Escalona y Calatayud dispuso se construyera nuevo convento e iglesia para las monjas dominicanas en otro lugar más sano. Se escogió para el caso un terreno junto a la Calle Real, hoy Avenida Madero. En 1732, la fábrica ya estaba en tan buen estado, que el año siguiente, se pensaba se finalizaría la iglesia, cuatro años más tarde, el mismo obispo dio doce mil pesos para la fábrica del monasterio, con que se creía, faltaría poco para hacerlo habitable y verle en la última perfección. Por fin, en la tarde del 3 de mayo de 1738 las monjas se trasladaron en solemne procesión a su nuevo convento y templo que llevó el nombre de Santa Catalina de Sena. En un gran cuadro, que se conserva en el Museo Michoacano se registró este suceso que conmovió a la sociedad vallisoletana de la época. El dilatado conjunto formaba un gran paralelogramo. Al poniente del templo estaba la portería, cuyo interior era muy vasto, al lado oriente se extendía la huerta cercada por un alto muro, al lado norte, a espaldas del convento y templo estaba la puerta falsa por donde entraban los operarios, albañiles que tenían que trabajar, carboneros, etc. Allí permanecieron las religiosas hasta el 30 de marzo de 1863 fecha en que fueron exclaustradas en virtud de la ley expedida por Juárez el 26 de febrero del mismo año y promulgada en Morelia el 25 de marzo. Durante el Imperio volvieron a ocupar el edificio pero lo dejaron definitivamente al triunfo de la República en 1867. La casa llegó a tener 65 religiosas, pero en 1861, poco antes de la exclaustración tenía 28 únicamente. Al tomar el convento, el gobierno civil fraccionó la propiedad, abrió una calle de sur a norte, hoy de Serapio Rendón quedando la parte de la huerta dividida en lotes que se adjudicaron a particulares, quienes edificaron casas. Una parte del lado poniente que constituía el vasto convento se cedió también a particulares, quedando en posesión del capellán del templo el lugar que hoy ocupa el Palacio Federal. En la parte que queda al poniente del templo donde se encontraba la portería, celdas, locutorios y demás departamentos del convento, lo destinó el gobierno para cuartel de tropas federales, y en la parte norte la adquirió después el clero para establecer en ella un colegio denominado de San Ignacio. A partir de entonces, cada fracción de lo que fue un solo e inmenso conjunto, tendrá una historia distinta. Entre ellos el Palacio Federal, el Monte de Piedad y de edificios localizados en la manzana que se emplaza entre las calles de Belisario Domínguez, Aquiles Serdán, Serapio Rendón y la Avenida Madero Oriente. La iglesia continuó sirviendo para el culto católico, sufriendo con el tiempo modificaciones, como la de 1884 en que se cambió la decoración interior y los retablos barrocos originales se sustituyeron por los de estilo ecléctico neoclásico”
Declarado monumento histórico el 10 de diciembre de 1932.
2.- “La ubicación del templo dentro del conjunto arquitectónico del convento, se encuentra hacia el centro de la cuadra, rehundiéndose del paramento este y oeste formado por el convento. De esta manera se enfatiza su importancia, creándose un angosto atrio paralelo a la nave y a la calle. Esta acentuada ubicación hace que la portada pareada tenga mayor espacio para su lucimiento y se jerarquice así el templo del resto de la arquitectura habitacional. Al centro del muro sur del templo se contempla la doble fachada pareada y a la derecha la cúpula octagonal con ocho ventanas y dieciséis remates, cerrándose por una cubierta poligonal compuesta por ocho gajos, la linternilla formalmente sigue la composición inferior rematando una cruz de hierro el conjunto. En el extremo izquierdo junto al coro y formando ángulo con éste, se sitúa la compuesta por cuatro cuerpos un gran remate piramidal. Los dos primeros forman el cubo que llega a la altura de la bóveda de la nave, de allí parten los otros dos que se apoyan sobre un elevado basamento. El tercer cuerpo cuadrado, tiene por cada cara, dos vanos arqueados, con balcón y barandal de hierro forjado, flanqueados por un par de columnas listadas, mismas que sostienen un friso bajo la cornisa. Entre los vanos hay una pilastra. El cuarto cuerpo de planta también cuadrada se desplaza sobre una cornisa volada, sus dos vanos por lado de corte rectangular se encuentran entre un par de columnillas listadas que sostienen un friso y de la cornisa se proyecta una pirámide ornamentada con doce remates apoyados sobre dos molduras que se escalonan en un cuerpo de la pirámide, culminando el conjunto con una escultura de Santo Domingo de Guzmán. La doble fachada se localiza al centro del muro sur de la nave quedando al sur e izquierda dos tramos de la misma, divididos al exterior por medio de contrafuertes. Esta composición nos está señalando el tipo de recinto de que se trata, que es un templo de monjas, las cuales participaban en los actos religiosos con el pueblo, del cual se separaban a través de una doble reja que limita los coros bajo y alto, desde donde ellas asistían a los mencionados oficios. La doble fachada se encuentra dividida por un contrafuerte, el cual no se integra sino que ha conservado su carácter sustentante. Ambas tiene dos cuerpos horizontales con un eje central cada uno que remata con un gran imafronte semioctagonal. Ocho columnas estriadas sobre otros tantos pedestales tablereados flanquean las dos portadas -dos a cada lado-. Al centro, el arco de medio punto sostenido por jambas de pilastra tablereada. Sobre los capiteles corintios se apoya el entablamento con un friso abultado y la cornisa sostiene el arranque del ático disponiéndose al centro del mismo un gran rectángulo liso que viene a ser el contrapunto entre la ornamentación tímida del primer cuerpo y abundante del segundo. Los segundos cuerpos desplantan sus ocho columnas estriadas con una curiosa interpretación del capitel corintio. Estas flanquean al elemento central constituido por una ventana rectangular enmarcada con una moldura abultada. El juego de cuatro columnas pareadas dejan otras tantas entrecalles formándose en cada una dos nichos, uno sobre otro, de los cuales sólo quedan las peanas barrocas y las conchas superiores. El entablamento ornamentado divide el segundo cuerpo del copete, sirviendo al mismo tiendo de base a éste. Al centro de cada uno se abren sendos nichos cuya repisa se apoya en la cornisa inferior, el de la derecha alberga a Santa Catalina de Sena y el de la izquierda a Santo Domingo de Guzmán. Estos se encuentran enmarcados por un ornamentado rectángulo que en la parte superior se une a un frontón que se quiebra al centro dejando paso a un par de cruces de diseño helicoidal. Todo este nivel que constituye el gran remate culmina a los lados con un par de pináculos -dos en cada extremo- situados sobre los ejes de las columnas inferiores, las centrales sirven de apoyo a los escudos elípticos de la Orden realizados en altorrelieve. Estilo barroco con características locales y ornamentación moderada se muestra en el primer cuerpo, mientras que en el segundo se manifiesta una exuberante ornamentación sin dejar de percibirse claramente la estructura del cuerpo. En el imafronte se vuelve a recuperar la tranquilidad manifestándose nuevamente las característica morelianas. Por la presencia de algunos elementos decorativos que lucen una técnica planimétrica y una interpretación del capitel corintio, deducimos la factura no académica del hacedor que sin duda tuvo libertad en esta parte de interpretar el modelo. La cúpula y la torre se presentan en armonía estilística con las portadas. En el tambor de la cúpula los vanos se encuentran flanqueados por columnillas helicoidales de listón, con capitel compuesto, elemento dinámico de carácter claramente barroco heterodoxo, éstas sostienen un vibrante entablamento que remata con pináculos horadados de estilo barroco. La linternilla se encuentra en proporción y armonía estilística con el conjunto. En la torre se concentra la esencia del barroco local. La verticalidad desafiante a base de una ostentación no ornamental sino técnica, que consiste en el calado del cubo en el tercero y cuarto pisos, la hace ágil y volátil, donde el cielo se deja ver a través de sus vanos que dominan sobre el macizo. Su remate piramidal viene a acentuar la altura y el alarde técnico del conjunto. La solución entre el vano de medio punto del tercer piso y el rectangular del cuarto le da una armonía variable. Las columnas guardan consonancia con las de la cúpula. Otra peculiaridad de este campanario son los mascarones sobre el friso del cuarto cuerpo, así como los pináculos que dan la sensación de flamas.