La escultura ecuestre de Carlos IV, mejor conocida como “El Caballito”, fue realizada por el arquitecto y escultor valenciano Manuel Tolsá, quien llegó a la Nueva España el 22 de julio de 1791. Una vez nombrado director de escultura de la Academia de San Carlos, a Tolsá se le dieron encargos importantes como esculpir unas estatuas colosales para la Catedral en el año de 1792, y para ese mismo año también se le encargó el proyecto del Palacio de Minería (Vázquez 2017:45), así como la conclusión de la Catedral en el año de 1793, entre otros encargos.
Sin embargo, su obra más emblemática fue el “Caballito”, la idea fue concedida por el virrey Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte, quien envió una carta de petición a España el 30 de noviembre de 1795, con el fin de conseguir el permiso para su creación; dicha carta iba acompañada de un boceto elaborado por Tolsá, que tiene algunas diferencias con la obra final, por ejemplo, la capa pluvial que en el diseño inicial se presentaba al vuelo.
“La petición argumentaba que los mexicanos eran leales vasallos, y la creación de la estatua sería para ellos un medio de consuelo, de desahogo y un recordatorio de las estrechas obligaciones de tributar a la corona española” (Bargellini 1987: 210). Branciforte propuso al rey la estatua para encubrir sus malos manejos y ciertas acusaciones de contrabando (Vázquez 2017:46), por lo que el 5 de marzo de 1796 Carlos IV autorizó que se construyera.
Ya que la estatua sería colocada en la plaza principal, se debía contemplar como un proyecto integral: monumento, pedestal y plaza. Por ello a Manuel Tolsá se le encargó el fundido de la estatua y el pedestal, mientras que Antonio González Velázquez, director de arquitectura en San Carlos, le correspondió la Plaza (Vázquez 2017:46), este se basó en un diseño de Miguel Ángel para la plaza del Capitolio en Roma.
El 9 de diciembre de 1796, fecha del cumpleaños de la reina María Luisa (Vázquez 2017:46), y coincidiendo con las modificaciones que se realizaron en la Plaza Mayor de la Ciudad de México, se develó la estatua provisional de madera en medio de una gran celebración; la cual sería sustituida posteriormente por la obra de bronce (Vázquez 2017:46).
Branciforte no pudo ver la estatua concluida ya que dejó el cargo el 31 de mayo de 1798 y la estatua sería colocada hasta dentro de 5 años. Durante esto años se devinieron algunos problemas que retrasaban la fundición del metal para la estatua, sería hasta el 2 de agosto de 1802 que se reinicio la fundición del metal, después de una revisión, Tolsá dio inicio al vaciado en siete partes; de hecho en un principio se pensaba que fue hecha de una sola pieza, pero a raíz de una mala “restauración” en el año 2013, se descubrió que Tolsá realizó siete partes, las cuales unió mediante un preciso trabajo de soldadura y cubrió los posibles defectos con adornos (Vázquez 2017:47). Una vez que se enfrió la pieza y se retiró el molde, Tolsá tardó catorce meses más en pulir y detallar la escultura. Fue el 19 de noviembre de 1803 que se montó en un carro especial (Vázquez 2017:47), el cual tardó cuatro días en llegar a la plaza principal dado las veinte toneladas de la escultura.
Con ayuda de una grúa diseñada por Tolsá y en presencia del virrey José de Iturrigaray, se depositó con sumo cuidado la escultura en su pedestal, para ser develada el 9 de diciembre de 1803. A esta develación se encontró el famoso Barón de Humboldt, quien mencionó de la estatua lo siguiente: “Exceptuando la estatua de Marco Aurelio de Roma, sobrepuja en hermosura y pureza de estilo en cuanto a este género queda en Europa” (Leiva 2007:49).
La escultura del “El Caballito” en el año de 1824, estuvo a punto de ser fundida por órdenes del presidente Guadalupe Victoria (Vázquez 2017:47). Fue gracias a Lucas Alamán que la estatua se salvó, pues resalto que más allá de representar a un monarca mediocre e invasor, la estatua era una obra de arte (Vázquez 2017:47).
“El Caballito” permaneció en este sitio hasta el final de la Guerra de Independencia. Debido a la nueva ideología, fue removida de dicho sitio y colocada en el patio de la antigua Universidad. Se tiene discrepancia acerca del año en que se dio el traslado; ya que Murrieta menciona que fue en el año de 1824 (1976: 212), sin embargo, en la exposición "José Guadalupe Posada: Transmisor", presentada en el Museo Nacional de Arte en el 2013, señala que fue en 1821. Si embargo permaneció en el patio de la Antigua Universidad hasta el 3 de septiembre de 1851, cuando fue enviada a la glorieta de Bucareli y Reforma (Vázquez 2017:47). Para 1853 se le encargó al arquitecto Lorenzo de la Hidalga la construcción de un pedestal para la escultura, por disposición de Mariano Arista.
El 30 de enero de 1930, se publicó la Ley sobre la Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturaleza, la cual consiste en declarar monumentos a aquellos inmuebles construidos en los siglos XVI, XVII y XVIII, dadas su importancia artística o histórica (Prieto 1979:61). Por lo tanto, la estatua ecuestre de Carlos IV, pasó a ser declarada monumento histórico el 9 de febrero de ese mismo año.
En el año de 1979 fue removida a la calle de Tacuba, delante del Palacio de Comunicaciones, designándosele desde entonces al sitio Plaza Manuel Tolsá. Durante los años que estuvo en Bucareli, “El Caballito” fue testigo de la modificación de la urbe; desde finales del siglo XIX, era referencia obligada del cruce de esta vía con el naciente Paseo de la Reforma.
Ernesto Murrieta, en el “Catálogo de monumentos escultóricos y conmemorativos del Distrito Federal” señala que la obra tiene un peso de 20, 700 kg., mide 4.88 m., de alto, 1.73 m., en su mayor achura y 5:04 de longitud (Murrieta 1976:212). El monumento actualmente presenta dos placas; la primera hace referencia al primer siglo de su historia, mientras que la segunda, trata sobre su traslado y colocación actual.
El 11 de abril de 1980, en el Diario Oficial se da la declaración de Zonas de Monumentos Históricos a la denominada Centro Histórico de la Ciudad de México, en esta declaratoria el inmueble está incluido en el Decreto de Zona de Monumentos Históricos del Centro Histórico de la Ciudad de México (López 1980: 9-35), además de que el inmueble se ubica dentro del perímetro A de la Zona de Monumentos Históricos del Centro Histórico de la Ciudad de México (López 1980: 9-35). Por ello la estatua ecuestre de Carlos IV, quedó enmarcada dentro de la zona de Monumentos Históricos, consolidando de alguna forma su preservación.
El inmueble se encuentra dentro de los polígonos que comprenden las inscripciones de patrimonio mundial “Centro histórico de México y Xochimilco” (UNESCO, 1987) y “Camino Real de Tierra Adentro” (UNESCO, 2010) emitidas por la UNESCO.
Como ya se mencionó, en septiembre del 2013, se inició un proceso de restauración al “El Caballito”, el cual realizó el pulimiento de la escultura con ácido nítrico a 30%, lo cual eliminó la pátina original que se encargaba de proteger de manera natural al metal desde su creación (Mateos 2013:3); además de que los andamios fueron amarrados a 3 de las cuatro patas del caballo lo que provocó agresiones en el pedestal. Esta restauración se dio bajo la orden del Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México, y fue supuestamente llevada a cabo por Arturo Javier Marina Othón sin la autorización ni conocimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia (The San Diego Union-Tribune 2013:2).
Sería hasta el año 2016 que se empezó una nueva conservación y restauración de “El Caballito”, siendo el Instituto Nacional de antropología e Historia, el Gobierno de la Ciudad de México por conducto del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de México quienes llevaron a cabo la restauración integral de la escultura ecuestre.
El proyecto fue dividido en dos etapas, el primero se encargó de la investigación histórica, análisis de materiales y técnicas empleados en la elaboración del monumento y la realización de estudios técnicos y científicos para determinar el daño (INAH 2016:4). La segunda etapa se dedicó completamente a la restauración del monumento, lo que constituyó el trabajo interdisciplinario e interinstitucional en cuanto a las labores de monitoreo y evaluación (INAH 2016:4).
Mientras se realizaba la restauración, se halló una “cápsula del tiempo”, la cual fue introducida en el monumento para poder dar fe del traslado de la escultura de su viejo domicilio a la Plaza Tolsá (INAH 2016:5). De igual forma se encontraron monedas de la época, documentos y planos que fueron restaurados, pues contaban con deterioro debido a la filtración de agua.
Al ser entregado el monumento a la custodia del Gobierno de la Ciudad de México, se dio un manual de mantenimiento con las especificaciones necesarias para garantizar la conservación de la Estatua ecuestre de Carlos IV a corto, mediano y largo plazo (INAH 2016:6). Gracias a esta labor de restauración, actualmente se puede apreciar a “El Caballito” en la Plaza Tolsá, siendo una de las estatuas significativas ecuestres del mundo, y la única, hasta donde se sabe, justifica su existencia mediante una “nota al pie”: “México la conserva como un monumento de arte” (Vázquez 2017:47).
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